La separación entre Economía y Política es una de las grandes victorias conservadoras que el aprendizaje histórico de los pueblos ha cuestionado.  De allí partimos: de la reconstrucción de la historia popular hacia la construcción de un pensamiento crítico en la economía. Experiencias nos sobran. La economía es la base de sustentación de todo proyecto emancipatorio. Se trata de economía política ya que el porvenir de la clase trabajadora se centrará en la capacidad de comprender la lógica del capital y superarla. Es decir, analizar y sacar conclusiones acerca de las experiencias de gobierno que tuvimos hasta ahora, cuál fue nuestra incidencia como clase, cuáles fueron sus virtudes, cuáles sus limitaciones, cuánto el capital incidió en nuestra conducta y esforzarnos al máximo por superarlas. La nueva sociedad será forjada sobre nuevos principios que harán de la economía política la consolidación de la unidad nacional y continental, con base en la socialización de las riquezas. Dicho de otra manera, una economía con “toda la gente adentro” y por el socialismo; una producción que responda a la demanda de un proyecto político de realización común, de nación integrada e inclusiva, soberana, solidaria, diversificada y complementaria con la Patria Grande. Donde el valor de uso prime sobre el valor mercantil de cambio y donde la democracia permanente consolide las decisiones estratégicas sobre la defensa del patrimonio latinoamericano, propiamente, de perspectiva antiimperialista. Para nosotros y nosotras eso es la patria: el patrimonio común a todos. 
Vivimos en un mundo que vuela por los aires. En términos económicos, se expresa en la falta de valor y en el imparable desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es objetivo: más tecnología es más producción en menos tiempo de trabajo. El negocio es redondo ya que la robotización, además, implica menos mano de obra lo cual supone menos conflictividad laboral en el lugar de trabajo. Estamos en presencia de la idea dominante de los dueños mundiales de la propiedad. Sin embargo, compiten entre si por producir más cantidad en menos tiempo de trabajo, lo cual hace que disminuyan los precios relativos de sus mercancías y sean dominantes en los mercado nacionales que se reparten. ¿Pues quién podría competir contra ellos? Quien a su vez lidere tecnologicamente en el planeta, además, subordina a los demás en la concentración de la propiedad, desatándose en el primer mundo una lucha por los tiempos de producción que prefigura el grado de subordinación a la división internacional del trabajo, por ejemplo, de países como el nuestro. ¿O acaso la política de apertura a la importanciones del PRO no responde a esta situación? Justamente a esto se refieren con la inserción de Argentina en el mundo: abrir la economía para ayudar a paliar la sobreproducción mundial.

Profundicemos. Asimismo bajo la lógica del capital, los avances tecnológicos tabican el mercado de trabajo en la exclusión creciente de laburantes. Expresión de ello fueron los movimientos de trabajadores desocupados (MTD) de los años 90'. Para entender la magnitud de esta tensión entre fuerzas productivas y relaciones de producción -problema que debe resolver la humanidad en su conjunto- hay que tener en cuenta que en el mundo hay mil millones de desempleados de la Población Económicamente Activa-PEA (elegimos al mundo del trabajo solo para ejemplificar esta tensión, sin embargo, también la excesiva concentración de la propiedad destruye el medio ambiente, balcaniza territorios, ocasiona enfermedades humanitarias, exclusión, pobreza, hambre y mala alimentación, entre otros problemas que también debe resolver la humanidad y que se derivan de la privatización de los medios de producción). Si se pretendiera resolver este problema, además, se necesitaría crear dos mil millones de empleos para cubrir no solo estos sino también los que van a integrarse al mercado laboral hacia el primer cuarto del siglo XXI. ¡La cuenta obviamente no cierra!  

La irracionalidad del capitalismo llevó a la humanidad a resolver el declive de la valorización del valor (fuerza motriz de este sistema) con dos guerras interimperialistas que ocasionaron 120 millones de muertes, naciones y continentes destruidos, siendo su reconstrucción una inmensa acumulación de tiempo-valor. Y allí hubieron triunfadores: el imperialismo yanqui, la industria armamentística, la tecnología nuclear y la expansión financiera. La economía política debe sacar conclusiones sobre cómo se resolvió este problema la última vez. 
La coyuntura actual marca la precipitación de los tiempos. El sistema se descompone y esto es sumamente peligroso. La valorización del valor tiene tendencia negativa y las guerras comerciales tienen cada vez menos margen de acción. Hay más producción, menos consumo mundial y los poderes de la economía globalizada buscan una compensanción presionando al trabajo, exportando desde el FMI y el BM las "metas del déficit cero",  "la reducción de los costos laborales y de los haberes previsionales", "la venta de nuestras ventajas comparativas" y la "incorporación a los mercados de capitales" , con las miradas puestas en el libre desenvolvimiento de la industria a gran escala. En consecuencia, utilizan al Estado para asegurarse toda expoliación de recursos: aparato represivo custodio de la propiedad privada, marco legislativo desregulado en defensa de las grandes empresas y la diplomacia internacional de los negociados con sostén de la deuda externa. Made in Argentina.